En defensa de la muy denostada e infravalorada tercera encarnación de Max Payne

Pocos protagonistas han sufrido más a causa del determinismo nominativo que Max Payne. Con un debut en los videojuegos que comenzó con el brutal asesinato de su mujer y su hijo a manos de unos drogadictos y un catálogo de innumerables tragedias personales desde entonces, este antiguo detective de la policía de Nueva York lleva casi dos décadas haciendo honor a su nombre.

Puede que Max sea tan duro que no parecería fuera de lugar envuelto en plástico de colores y metido en una bolsa de pick ‘n’ mix, pero su cinismo aparentemente infinito y sus constantes ocurrencias hacen que sea difícil odiarle. Bueno, eso es, hasta Max Payne 3.

Hora de escorarse

Max Payne saltando y disparando en Max Payne 3

(Crédito de la imagen: Rockstar Games)¡SUSCRIBASE!

Revista PLAY

(Crédito de la imagen: Future, Remedy)

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Aunque es innegable que es excesivamente violento, cada una de sus expresiones, encantadoramente melodramáticas, lo elevan por encima del típico matón. Llegamos a querer a Max, pero el tercer juego puso patas arriba todo lo que creíamos saber.

Retomándolo nueve años después de los acontecimientos de las dos primeras entregas, le mete de inmediato en la piel de un hombre casi irreconocible. Tras mudarse a SÃo Paulo en busca de una nueva vida, queda claro que Max, incapaz incluso de hablar el idioma local, está aislado y fuera de su alcance.

Es fácil lamentar la pérdida de sus elaborados comentarios ingeniosos, que han sido sustituidos por una diatriba de gemidos monosilábicos, pero Max ya no es el zalamero héroe de acción al que estamos acostumbrados: está atormentado por la culpa y nublado tanto por un alcoholismo paralizante como por una adicción a los analgésicos.

Le vemos más abatido y desesperado que nunca y, aunque algunos tachen esta transformación de fuera de personaje, es una conclusión adecuada para su arco. Sólo hay un número limitado de veces en que alguien puede perderlo todo, y Max Payne 3 es el sombrío reflejo de un hombre empujado más allá de su punto de ruptura.

Puede que Max sea diferente, pero su antiguo yo brilla en algún que otro momento poético.

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Frenk Rodriguez
Frenk Rodriguez
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