Este artículo contiene ligeros spoilers de La Mansión Encantada. Si aún no ha visto la película y no quiere saber nada del argumento, vuelva atrás ahora.
La última película de Disney sobre la Mansión Encantada está repleta de divertidos huevos de Pascua para disfrute de los amantes de la atracción -en concreto, de la versión californiana-, pero ¿funciona la película igual de bien para aquellos que no tienen ni idea de lo que es realmente la atracción? Pues estoy aquí para decirle que sí, que lo hace. Es divertidísima, conmovedora y consigue acoger en su densa tradición incluso al más tonto de los mortales.
Dirigida por Justin Simien, de Dear White People, la nueva visión del material sigue al astrofísico Ben (LaKeith Stanfield), que lucha por reavivar su pasión por la vida desde el repentino fallecimiento de su esposa, Alyssa. Antes de su muerte, Alyssa dirigía un tour de fantasmas en Nueva Orleans y cuando ella murió, Ben se hizo cargo, pero hay un gran problema: Ben se empeña en que los fantasmas no existen.
Se demuestra que está equivocado, por supuesto, cuando es contratado por el ingenioso sacerdote Padre Kent, interpretado por Owen Wilson, para documentar los espíritus que, al parecer, acosan a la neoyorquina recién trasladada Gabbie (Rosario Dawson) y a su hijo de nueve años Travis (Chase W. Dillon). Para averiguar por qué los molestos poltergeists acosan a cualquier humano que traspase el umbral de la morada titular, el cuarteto recluta al historiador Bruce (Danny DeVito) y a la médium Harriet (Tiffany Haddish) – y bueno, acaban descubriendo un misterio de asesinato que se remonta siglos atrás.
La nueva película no es perfecta. Su gran reparto significa que sólo uno o dos de nuestros héroes reciben alguna profundidad o arco emocional, y me hubiera venido bien que fuera un poco más oscura y menos festival de CGI en su acto final. Tampoco me hago ilusiones de que mi disfrute se deba en gran medida al hecho de que fue escrita por Katie Dippold, la coguionista de Cazafantasmas (2016), de la que afirmo sin pudor que es la única película buena de esa serie. Está claro que el sentido del humor de Dippold y el mío están alineados, sobre todo cuando se trata de risas contadas a través de lentes espeluznantes…
Pero al atiborrar la historia de personajes nuevos con personalidades y habilidades diferentes, los secretos de la mansión se desvelan de forma orgánica y a un ritmo estupendo, lo que significa que los ignorantes como yo no nos quedamos nunca rascándonos la cabeza. Vamos aprendiendo cosas a medida que lo hace el curioso sexteto, lo que evita que la exposición y los momentos eureka se sientan torpes y poco naturales. También es inteligente cómo utiliza la mitología de la Mansión Encantada como telón de fondo de una nueva historia sobre el romance, la muerte, el dolor y el poder de la familia encontrada; temas universales con los que cualquiera puede sentirse identificado. Puede que la película se llame Haunted Mansion, pero se ocupa más de las personas vivas que hay en su interior que de las muertas, y de cómo todos conectamos unos con otros en esta vida y más allá.
(Crédito de la imagen: Walt Disney Studios)
A diferencia de la película de 2003 protagonizada por Eddie Murphy, que conjuraba una enrevesada trama sobre un agente inmobiliario obsesionado con su trabajo que obtiene más de lo que esperaba cuando se entera de que su esposa es la reencarnación de Elizabeth, la amante asesinada del propietario original de la mansión, la versión de 2023 mantiene las cosas sencillas.
Ben no está inexplicablemente vinculado a la propiedad ni a Gracey, el viudo desconsolado que desató una plétora de fantasmas en su casa al intentar reencontrarse con su amor perdido, ni al villano Fantasma de la Caja de Sombreros (Jared Leto). El malo simplemente sintió su dolor en cuanto entró en la mansión, y pensó que sería más fácil convencerle de que cruzara al otro lado -convirtiéndose en su alma reclamada número 1.000, y permitiéndole escapar de la mansión- que alguien que no estuviera ya de luto y sintiera curiosidad por el más allá. Incluso con todos sus elementos sobrenaturales, es una interpretación mucho más creíble y digerible del concepto original.
Dippold y Simien confían en su público, por muy jóvenes que sean dichos cinéfilos, para seguir el ritmo de las pepitas de oro que también dejan caer (y retocan), como la inclusión de Madame Leota, la icónica médium que se introdujo en Disneyland antes de añadirse a otros parques. En la película, es un importante personaje secundario al que Ben, Gabbie y la pandilla acuden en busca de ayuda. Aquí se le da más trasfondo que en la película anterior, lo que ayuda a asentarla en su realidad, ya que la Leota de Jamie Lee Curtis explica cómo ayudó a Gracey en sus penosos sÉances y fue maldecida en una bola de cristal por el malévolo Fantasma de la Caja de Sombreros.
Vale, no me di cuenta de que las lápidas llenas de juegos de palabras eran una referencia a la atracción; simplemente me parecieron graciosas. Claro, cosas como que las sillas de la mansión tengan forma de Doom Buggies o que los cuadros de estiramientos de otra de sus habitaciones sean un guiño a la atracción, también se me pasaron por alto. Pero Dippold y Simien se aseguraron con éxito de que las cosas que importan no lo hicieran, lo que me convierte en un embrujado muy feliz.
La Mansión Encantada ya está en los cines de EE.UU. y se estrena en el Reino Unido el 11 de agosto. Para más información, consulte nuestra charla con el director Justin Simien, nuestro artículo sobre por qué la atracción de la Mansión Encantada de París sería la mejor secuela, o nuestra lista de las nuevas películas de Disney que nos esperan.