Barbie, de Greta Gerwig, fue uno de los acontecimientos cinematográficos más notables del año. Se celebraron en todo el mundo proyecciones con entradas agotadas de asistentes al cine ataviados de rosa y contribuyeron a que la comedia dirigida por Margot Robbie consiguiera la mayor taquilla de 2023. También pasó a formar parte de la lengua vernácula de la cultura pop casi de inmediato, ya que «¡Hola Barbie!» se consolidó como un saludo estándar entre amigos y su música se hizo un hueco en las listas de reproducción de Spotify Wrapped de mucha gente.
Se ha hablado mucho de su éxito a la hora de llevar una gran dosis de diversión a la gran pantalla, así como de cómo ayudó a conseguir asientos ocupados en un verano taquillero. Todo esto es cierto y sin duda forma parte esencial del legado de todo lo relacionado con Barbie. Pero para mí, echar la vista atrás al estreno guionizado por Gerwig y Noah-Baumbach evoca mucho más que memes, y de hecho hay una escena en particular en la que no puedo dejar de pensar.
¿Para qué estamos hechos?
(Crédito de la imagen: Warner Bros.)
El momento en cuestión llega justo hacia el final de la historia de juguete de Gerwig. La Barbie estereotipada de Robbie ha salvado Barbie Land y ha ayudado al Ken de Ryan Gosling a darse cuenta de que es Kenough por sí mismo, pero queda una cosa pendiente: ¿qué es lo siguiente para ella? Desde que descubrió su potencial de espanto existencial, la realidad de ser humana la ha conmocionado y atraído a la vez, y finalmente, toma una decisión.
Con la inventora de Barbie, Ruth Handler, a cuestas, entra en una dimensión parecida al limbo mientras suenan las primeras cuerdas de la canción «What Was I Made For?» de Billie Eilish. En ella, Ruth le dice a Barbie que quiere que comprenda lo que significa ser humano antes de que decida abandonar la vida de plástico. Le muestra el susurro de las hojas de un árbol antes de que la película entre en una secuencia llena de alegría en la que mujeres, hijas y familias celebran la vida en todas sus formas. Mientras suena la música, los clips muestran sonrisas, cumpleaños, bailes y naturaleza. En resumen, es una instantánea de la belleza de la vida ordinaria.
Gerwig se basó en la vida real para esta escena, convirtiéndola en el momento más aterrizado de una película por lo demás brillante y pulida. Lejos de la visualmente arrebatadora alegría rosa del mundo de Barbie, este momento utilizó material real y granulado filmado por el reparto y el equipo que hicieron Barbie (así como las propias imágenes en Super 8 de Gerwig).
«Tenía la idea de que quería que ese momento de la película estuviera realmente hecho por la gente que hizo la película», le dijo al presentador Andrew Freund a principios de este año. «Así que le dije a todo el mundo -el reparto, el equipo, todos los de la editorial-: ‘Si tenéis cosas que os sintáis cómodos compartiendo, ésta es una idea’. Conseguimos los momentos más hermosos de la vida de la gente. Eran amigas de la gente, tías, madres, hijas, hermanas. Fue simplemente extraordinario».
Reflexión presente
(Crédito de la imagen: Warner Bros.)
Para mí fue un momento que captó la esencia de quedarse quieto y mirar lo que la vida puede ofrecer. Mi personalidad es naturalmente la de un fijador – estoy constantemente mirando hacia delante para estresarme en el futuro o demorándome en los errores del pasado. Una cosa con la que lucho es estar en el presente y tomarme tiempo para mirar y apreciar la vida tal y como es actualmente. Sin embargo, cuando lo hago, casi siempre me siento abrumada por lo que significa simplemente ser.
Esta escena me habló a este nivel, mostrando el poder de mirar alrededor y examinar lo que está justo delante de ti. Desde el susurro de las hojas hasta una simple sonrisa intercambiada con alguien a quien quieres, fue un recordatorio para quedarse quieto y apreciar. La oleada de sentimientos que me produjo, además, se vio sin duda reforzada por el entorno mágico del cine. Ver películas en una sala a oscuras es uno de los únicos momentos en los que soy capaz de estar completamente presente. Sin las distracciones de teléfonos u ordenadores portátiles, es un espacio para sentirse abierto a las emociones e ideas que se tienen delante, y a menudo compartirlas con una sala llena de desconocidos.
Supongo que no es sorprendente en muchos sentidos que me sintiera tan conmovida por esta parte de Barbie; en el pasado, me he encontrado conectando profundamente con las obras de Gerwig. Como cineasta, tiene un ojo poco común para las peculiaridades de los sentimientos humanos, en toda su gloria y fealdad. Así que, ya sean los dolores de crecimiento de Lady Bird o el discurso de Jo March «Me siento tan sola» en Mujercitas, los momentos de sus películas han perdurado durante mucho tiempo después de los créditos. Mientras una lágrima resbalaba por el rostro de Barbie ante la inocente maravilla de lo que puede ser la vida, esta secuencia se solidificó como otra de las mejores de Gerwig.
Así que mientras Barbie puede ser recordada por la copiosa cantidad de rosa, una gira de prensa como ninguna otra y, bueno, el Ken de todo ello, yo estaré escuchando la inquietante voz de Eilish e intentando no llorar. Después de todo, Barbie es una película menos sobre juguetes que sobre existencialismo y mortalidad, y este golpe visceral de una película casera en medio de un éxito de taquilla lo demuestra. Como dijo Gerwig, al hablar de la secuencia a TIME: «Es como introducir a hurtadillas la humanidad en algo que todo el mundo cree que es un trozo de plástico».
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