Blade, dirigida por Stephen Norrington, es una película de superhéroes que comienza con una fiesta de sangre. Tenemos una breve historia de origen a través de un flashback a 1967 donde una mujer entra en parto prematuro después de ser atacada por un vampiro – y luego cortamos directamente a un club que hace que Gotham City parezca Disney World. El sistema de aspersores se dispara, llueve sangre del techo y todo el mundo está empapado. Bienvenidos a la primera película de acción real de Marvel con éxito comercial.
Y eso es algo que la gente tiende a olvidar: Blade marcó el comienzo de una nueva era del género de superhéroes: películas de cómics que no parecen películas de cómics, que sacan al personaje de la página y adaptan el material a un medio que tiene un poco de todo para todos. ¿Gore? ¿Zombis? ¿Romance? ¿Tíos malos con pistolas? Blade cumplía todos los requisitos. Además, molaba. Molaba más que el Punisher de Dolph Lundgren (1989), y recordaba a los fans de El cuervo de Brandon Lee (1993), pistolas en ristre con una amenazadora gabardina de cuero.
Luego está el hecho de que es un cazador de vampiros… que también es un vampiro. Bueno, técnicamente es un «Caminante diurno», o un híbrido humano-vampiro que puede caminar a la luz del día (sin incendiarse) y mezclarse con la gente normal. En los cómics, blandía cuchillos de madera de teca y vestía una paleta de colores similar a la de una Tortuga Ninja Mutante Adolescente. En la película, el guionista David S. Goyer lo mejoró hasta convertirlo en un elegante asesino de aspecto samurái. Además de un par de espadas samurái, tiene una pistola repleta de balas huecas de plata… que están rellenas de ajo.
(Crédito de la imagen: New Line Cinema)
¿Y qué es un superhéroe genial sin una contrapartida villana igual de genial? Cuando tenemos nuestro primer encuentro real con Deacon Frost (Stephen Dorff) se presenta en una reunión de la junta directiva llena de ancianos vampiros de traje recto con un cigarrillo en la mano, la barba desaliñada y el pelo elegantemente despeinado. Es joven, sexy, rico y lo odia. «Queríamos que [Frost] fuera casi como un personaje de una novela de Bret Easton Ellis», dijo Goyer a Entertainment Weekly en una reunión del reparto en 2019. Frost no es un ‘sangre pura’ como los estirados trajeados, él y los suyos son dinero nuevo: se convirtieron en vampiros al ser mordidos, en lugar de nacer. Dorff quería interpretar a Frost como alguien tan relajado y encantador sin esfuerzo que el espectador se olvidara por completo de que es un tipo malo… hasta el momento en que saca una pistola o degüella a alguien.
La caza de Frost por parte de Blade nos lleva finalmente a su guarida, que es un condominio de alta tecnología en un rascacielos con paredes de cristal y una piscina en la azotea (que por alguna razón está llena de patitos de goma). Son estos detalles posmodernos, neofuturistas, los que ayudan a crear la atmósfera más fría de la película: las escenas nocturnas se proyectan con una luz azul invernal, los ordenadores muestran pantallas negras con fuentes verdes al estilo Matrix, y Frost duerme en una tumba metálica moderna que se abre con sólo pulsar un botón. En la tienda de Whistler (Kris Kristofferson), Karen (N’Bushe Wright) recibe una maza de vampiro y un cañón portátil que emite una luz ultravioleta que quema la carne. Aquí no hay estacas de madera ni cruces.
Es Karen, una hematóloga convertida en víctima de los vampiros, quien da calidez a la película. Consciente de que no queda mucho tiempo antes de que se convierta en un miembro reacio de los no muertos, Karen decide unirse a Blade en su búsqueda para acabar con el mal en su núcleo. No tarda en enfundarse una chaqueta de cuero, una pistola y patear traseros de vampiro. Goyer, que escribió su personaje específicamente para la película, quería que fuera «algo más que un personaje de novia», y Snipes la describe como un homenaje al icono Pam Grier y a la era de las películas de Blaxploitation de los años setenta. Karen ayuda a Blade a encontrar su humanidad, dando a su vida, por lo demás sombría, un nuevo propósito en el proceso.
(Crédito de la imagen: New Line Cinema)
El legado de la película es innegable. Sin Blade, no existirían Batman Begins ni El caballero oscuro. Y lo digo literalmente: Goyer fue guionista de las tres películas de la trilogía del Caballero Oscuro de Nolan. Menos literalmente, parece que no habría The Batman, de la que el director Matt Reeves llegó a decir que «parece una película de terror» y que presenta a un Batman perfectamente emo interpretado por Robert Pattinson. Incluso me atrevería a decir que no habría un Escuadrón Suicida, con su visión oscura y violenta del género de superhéroes.
Merece la pena señalar también que la primera película de éxito de Marvel tuvo un efecto evidente en las películas de DC que vendrían después, mientras que las películas de Marvel se volverían mucho más ligeras de tono y más accesibles con el paso de los años. Tengo que admitir que esto me pone nervioso ante un remake (aunque los numerosos problemas de preproducción tampoco calman precisamente mis nervios).
Algunos podrían argumentar que Marvel tiene cierta experiencia con adaptaciones más oscuras. Morbius, por ejemplo, se ajusta a un tono similar (el propio hombre aparece en la primera Blade en un cameo eliminado de Norrington) y Sony está construyendo un mundo de Spiderman más sangriento de lo que el Universo Cinematográfico Marvel podría imaginar. Pero el remake de Blade se anunció como parte de la Fase 5 de Marvel, lo que significa que el Daywalker de Mahershala Ali podría liarse a patadas con el Spiderman de Tom Holland o formar equipo con (lo que queda de) los Vengadores o cualquier otra cosa que Kevin Feige decida idear.
Todo esto hace que sea difícil imaginar un reinicio de Blade que no esté clasificado R o envuelto en una extraña luz azul o que no tenga al propio hombre soltando locuras como: «Algunos hijos de puta siempre intentan patinar sobre hielo cuesta arriba» o «Dile que es temporada abierta para todos los mamones». Pero por ahora, al menos tenemos la original, y ahora que se cumplen 25 años de su estreno, nunca ha habido mejor momento para revisitarla.
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